GEORGE STEINER


Lo que no se nombra, no existe.

El hombre proyecta una sombra. En una forma poco clara, el hombre de genio arroja luz. Instintivamente nos cegamos con su luz. Ese genio pagará un precio terrible. A menudo, la historia demuestra que el creador, el artista supremo, el maestro de la política lleva las cicatrices de su grandeza.

Los hombres son cómplices de aquello que les deja indiferentes.

Los estereotipos son verdades cansadas.

El homenaje más importante que cualquier ser humano puede hacer a una poesía o un pequeño texto en prosa que ama es aprenderlo de memoria. No con la cabeza, sino con el corazón, la expresión es de vital importancia.

Hay tres búsquedas intelectuales, en el que los seres humanos han realizado grandes hazañas antes de la edad de la pubertad. Ellas son la música, las matemáticas, y el ajedrez.

Las palabras que han sido saturadas con mentiras o atrocidades no vuelven a la vida fácilmente.

El hombre ordinario proyecta sombra en una forma poco clara. El genio arroja luz.

La inmensa mayoría de las biografías humanas son un tránsito gris entre el espasmo doméstico y el olvido.

Sabemos que un hombre puede leer a Goethe o a Rilke por la noche, que puede tocar a Bach o a Schubert, e ir por la mañana a su trabajo en Auschwitz.

La inhumanidad es perenne. 

Los idiolectos del pensamiento, las privacidades de lo no dicho son de un orden mucho más profundo e inalcanzable.

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